Casos Misteriosos

viernes, 13 de marzo de 2015

- Este es un lugar demasiado horrible para que una niña como tú lo recorra sola- dijo una voz grave y juguetona al mismo tiempo, una voz cuya procedencia la niña desconocía pero que hizo que otra pequeña voz en su mente le gritase: corre! Y eso hizo, corrió. No sabía dónde estaba, tampoco de quien huía, solo sabía que debía correr, que algo terrible pasaría si el que emitió la voz la alcanzaba. Por su parte, la vocecita en su cabeza sonaba tan alarmada… Por eso, aun sin conocer las circunstancias exactas e las que se hallaba, corrió lo más rápido que pudo.
Estaba oscuro, eso sí lo sabía. A medida que corría, sus ojos se fueron acostumbrando a la obscuridad… estaba en un largo camino de tierra y piedras, con las cuales tropezaba de vez en cuando.
-¿Por qué huyes? No tiene sentido que corras-. La niña la ignoró y continuó su carrera.
A medida que se cansaba iba aminorando inconscientemente su marcha. La voz había dejado de seguirla, o al menos ya no la escuchaba y, si se ponía a observar, el paisaje que veía no era muy desalentador de cualquier modo… El problema real es que estaba sola… al menos eso parecía. Al fin, cansada y desorientada, se detuvo. Miro hacia atrás. Nada. A los lados del camino que a decir verdad no era muy aterrador, estaban lo que parecían ser un montón de árboles, recortando sus frondosas siluetas en la obscuridad, con lo que parecían grandes frutos colgando de sus ramas. Los árboles… ejercían una extraña atracción sobre ella. Casi como si la estuviesen llamando.
La curiosidad la empujó a acercarse, deseando ver esos enormes y curiosos frutos más de cerca… mientras más se acercaba más distinguía la forma de los frutos… que eran? Fue solo cuando estaba a pocos metros del árbol que éste se ilumino, con una luz roja y mortecina, como si se iluminase una cortina de sangre con el haz de una linterna. En ese momento pudo ver la real forma de sus “frutos”: eran cabezas en distintos grados de descomposición, pero en general, de niños. Algunas sin mejillas, revelando una dentadura de rojo oscuro a negro por la sangre seca, a otras les faltaba un ojo, incluso dos. A algunas les habían cortado el cuero cabelludo, dejando la parte superior de su cráneo al descubierto, a una incluso le habían arrancado toda la piel, dejando una calavera rojiza… sin embargo a esa en particular no le habían tocado los ojos, que seguían en su sitio. Asqueada y aterrada de golpe la niña cayó al piso de espalda, incapaz de apartar su vista de la tétrica visión.
Una de las cabezas, a la cual le faltaba la piel de la parte inferior de la quijada y la nariz, abrió sus ojos, blancos con la sombra de la muerte, y susurro, luego grito, con lo que pareció un tremendo esfuerzo de su parte, una única palabra: “corre!” con la misma voz que en un principio creyó proveniente del interior de su mente. Presa del pánico la niña trató de incorporarse, lo consiguió y cuando estaba a punto de echar a correr de nuevo, se encontró en los brazos de aquel ser… Ni en sus peores pesadillas había visto algo así: putrefacto, nauseabundo, le faltaban grandes trozos de piel, el resto estaba supurante y cubierta de gusanos. Donde deberían estar sus ojos sólo se veían dos cuencas llenas de sangre, hedionda y coagulada. La niña trató de gritar, pero el grito no salía de su garganta, la criatura le sujeto la cara con ambas manos obligándola a mirarla a los ojos, y fue acercando su cara, deformada con una mueca que parecía el intento de una sonrisa, más y más, hasta que…..
La niña despertó paralizada del terror en su cuarto, trato de levantarse e ir al cuarto de sus padres. Ellos la consolarían, le dirían que sólo fue un sueño y le permitirían dormir con ellos esa noche… Fue entonces cuando sintió un agudo e inmenso dolor por todo su cuerpo, en ese momento lo notó: sus extremidades estaban cosidas a la cama, al igual que sus labios estaban cosidos entre sí. Terriblemente adolorida, en un intento de liberarse, despedazó sus labios para abrir su boca, gritó lo más fuerte que pudo y… Nada ocurrió. Nadie vino en su ayuda. Gritaba por el terrible dolor, lloraba por la desesperación y el desconcierto: “Donde están papá y mamá?” Era lo único que lograba pensar. En medio del dolor, más preguntas vinieron a su mente: “Dónde estoy?” “Que está pasando?” “Quien me hizo…?”
-Fui yo- Esa voz! Esa voz hizo que todo el dolor y la confusión quedasen en segundo plano, reemplazado por un horror tan inmenso que nunca imagino que nadie pudiese sentir. Movió su cabeza, solo para descubrir al mismo ser de su pesadilla sentado a un lado de su cama.
– Hola! Te lo dije pequeña: no tenía sentido que corrieses. Ahora por favor, quédate quieta quieres?
Así, mientras los padres degollados de la niña, en su cuarto, yacían en un charco de su propia sangre y mientras la criatura reemplazaba, desgarrando y cortando, las partes faltantes de su cuerpo con las de la pequeña, y mientras la niña, presa del pánico y de un dolor indescriptible, gritaba tan alto que desgarraba su garganta, en algún recóndito lugar del infierno, las cabezas de los niños colgadas de los árboles, gimiendo de tristeza y desesperación, esperaban a su nueva compañera.


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